Pero yo lo sabía todo, entonces ¿que iba a decidir no saber? Fíjate bien: era la primera vez que estaba pensando en el futuro. ¡Cuántas primeras veces!, ¿no? Cuando decidí no saber que lo sabía todo aparecieron ante mí un sin número de atrayentes sorpresas y novedades. Era como un caleidoscopio que tú no sabes que te que te mostrará en el siguiente milímetro que lo gires.
Una de las primeras cosas que me sucedió fue que empecé a moverme. Sólo entonces me di cuenta que nunca antes me había movido. De paso, ya me había dado cuenta que nunca antes había habido un antes… pero volvamos al movimiento: era una especie de danza ondulante muy muy lenta. Para darte una idea, imagínate el nacimiento, desarrollo y muerte de una estrella. Bien, tooodo ese tiempo sólo ocurría en mí un levísimo desplazamiento, que no llegaba a completar una ínfima porción de la de la ondulación completa que constituía mi “danza”. Era muy bello.
Sí, ya sé que lo captaste: era la primera vez que… etcétera, etcétera. Bien, tendrás que acostumbrarte a las primeras veces. Te prometo intentar no decírtelo más a condición de que te des cuenta cuando aparece la primera vez de algo. Si quieres, puedes anotarlo en una listita.