Habrás notado digo “ellos”, “el otro”, “alguien“… y no he usado ningún nombre. Es que al principio no hacía falta: uno era y el otro te reconocía simplemente porque eras (¿recuerdas el capítulo UNO?), y tú reconocías al otro y punto. Luego nos reconocimos por el espacio que abarcábamos, luego por la danza, luego por las vibraciones dentro de la danza.
¡Ah! me olvidaba de contarte que algunos habíamos aprendido a crear y des-crear puntos periódicamente y también con eso nos identificábamos. No con el punto, sino por el intervalo entre punto y punto. ¡Qué tiempos! Hoy uso un cuerpo y, como si eso no bastara, un nombre, no, dos, un apellido, “señas particulares” y papeles con letras, números, firmas y sellos si no, no puedo demostrar que yo soy yo.
Es decir que YO SOY EL QUE SOY.