Si eres perspicaz, habrás notado que el primer medio de comunicación que utilicé fue el pensamiento puro, luego la energía (la danza ondulante). Dicho sea de paso, “energía” es sólo distorsión del espacio.
Ocasionalmente el tiempo ayudó a la creación de códigos. Hasta ahí era todo muy etéreo, muy vaporoso y tenue yo me tomaba mi tiempo para hacer o no hacer, para crear y des-crear. Hazte esta imagen: estás en medio del campo. Horizonte hacia todos lados. Con unos excelentes prismáticos ves a tu amigo en la línea del horizonte. Tú gritas “¡PAH!” y él te escucha instantáneamente. Algo así es la comparación de la comunicación con el pensamiento puro, pero igual es muy grosera.
¿Te acuerdas cuando descubriste tu ombligo o tu pene -o vagina, si eres mujer-? Antes de descubrirlo no tenías conciencia de que existía aunque lo/la usaras, ¿verdad? Algo semejante aconteció con la comunicación, pues en un comienzo uno percibía la presencia de otro ser y casi imperceptible e instantáneamente existía un intercambio de conceptos-pensamientos. Luego con esas partículas creadas uno ponía atención en el interjuego entre las partículas de uno y las del otro y viceversa: yo creo una partícula, luego creo la ilusión de persistencia de esa partícula (diminuto punto de energía en un espacio postulado y compartido) y luego creo la ilusión de movimiento de esa partícula hacia el espacio postulado por el otro y entonces varias cosas pueden acontecer, por ejemplo: