Carnaval, murga y el bombo.

Sólo un par de carnavales viví en aquella casa. Recuerdo que mi papá me llevaba a ver la «murga», que eran las comparsas de carnaval.

Había algunas letras muy subidas de tono, casi obscenas para la época, de las canciones que cantaban las murgas. Una que me acuerdo decía: «Mi heeermana tenía un poncho, y aquel que se ofenda, lo mando a la misma mier…. mana tenía un poncho», y así repetía hasta el cansancio.


Resulta que en la casa de al lado vivía uno de los integrantes de una murga. Mi papá me llevó a verlo, pero cuando el vecino abrió la puerta, salió con una máscara que me aterrorizó, así que me puse a llorar de miedo.


Lo que me llamaba mucho la atención era el gran bombo con los platillos en su parte superior:

Yo imitaba el sonido del bombo y los platillos diciendo:

«-¡Pum, chirirí chi chi!»

  Entonces mi mamá empezó a llamarmo «Punchi», apodo que llevé durante bastante tiempo.

Un día, estaba el muchacho del bombo pasando por nuestra acera y yo quería verlo, tenía mucha curiosidad. Entonces mi papá abrió la puerta de entrada y me llevó a verlo. Cuando el muchacho me vio y viu mi carita de entusiamo, me ofreció la baqueta para golpear el bombo, pero, en un ataque de timidez, tuve vergënza y no lo acepté, a pesar de su insistencia…

Es la primera vez que recuerdo dejar pasar una oportunidad, hecho que he repetido varias veces en mi vida. Después viene el arrepentimiento, pero ya es tarde…