Ese tipo me daba miedo. Barbudo, de voz gruesa, me asustaba de sólo verlo. Cuando yo quería subir a la terraza, pasaba por la puerta de su cuarto corriendo y sin mirar, aunque poquísimas veces lo vi. Él hacía artesanías en aluminio fundido que vertía sobre unos moldes. Me mostró unos ceniceros que hacía y un marinero con un agujero en la boca, creo que era para colocar sahumerios.




