Tío Carlos era uno de los hermanos de mi papá. Su esposa, Sarita, (para mí, tía Sara) era muy dulce, hacendosa y cocinaba muy rico.
Ellos vivían en una casa en la calle Leiva aproximadamente al 4.400, no recuerdo exactamente. Recuerdo que sólo tenía una puerta en el frente, que daba directamente a la acera y al entrar a un patio sin gracia. Había una especie de reja de madera pintada de azul y luego un patiecito interior, de frente a la sala y a los cuartos. Después estaba la cocina. Y después, el fondo. Una «quinta», que en realidad era sólo un terreno rodeado por 3 paredes. Un terreno sin plantas, sólo con malezas y algunas montañitas de escombros.
Uno de los lugares más aburridos y tristes que ya visité. Es que en esa época (yo ya tenía más de 4 años) vivíamos en la casa de San Andrés, de la que más adelante contaré muchas cosas, y esa casa tenía un enorme fondo que mi papá había cubierto de varios árboles frutales y una huerta y un gallinero. Y lindaba con los terrenos de los vecinos a ambos lados, separado por un alambrado, que sólo marcaba la división, pero que permitía ver en su totalidad los terrenos de los vecinos. Entonces ese fondo de la casa de mi tío me parecía deprimente.
Un detalle triste era que mi papá siempre insistía en elogiar a tía Sara, comparándola con mi mamá, que era perezosa, y destacaba lo hacendosa que era, lo bien y rápido que cocinaba…. en fin… obviamente a mi papá le gustaba su cuñada. Tía Sara siempre se vestía con mucha sencillez y usaba una eterna permanente de cabello gris…nada llamativo.
