La puerta de entrada al conventillo nunca se cerraba con llave. A veces yo sentía ganas de salir, pero nadie me sacaba ni me cuidaba de tarde, entonces yo ni pensaba en la idea de salir solo…. bueno, casi nunca.
Una vez, alguien dejó la puerta entreabierta y yo, a la hora de la siesta (sí, siempre a la hora de la siesta) salí y comencé a caminar hacia la derecha por la acera (vereda le dicen en Argentina), vi las baldosas amarillas, que eran un patrón común:

Resulta que comencé a caminar mirando las baldosas y así llegué hasta la esquina.
Entonces miré hacia la calle. Pasaban algunos autos y un tranvía y vi la calle que cruzaba aquella por donde yo venía. Entonces me desorienté.
No sabía como volver. Me quedé estático, sin saber qué hacer.
Hasta allí llega mi recuerdo. Es obvio que alguien salió a buscarme, que me encontraron y me llevaron de vuelta a casa, seguramente con un buen regaño. Tal vez por eso esa parte quedó borrada de mi memoria.
Pero la sensación de estar solo en medio de… ¿qué? era muy frustrante.
