En el fondo del conventillo había un gallinero, con un alambrado. Muy pocas veces llegué hasta él, y sólo iba cuando alguien me llevaba.
En el gallinero había, lógicamente… gallinas. Pero también había un animal atípico para ese corralito: una mulita.
Era una curiosidad, pero yo no podía entrar en el gallinero.
Un detalle, antes del gallinero, a la izquierda, había un baño común, en el que yo NUNCA entré, porque yo usaba la «pelela» y el «trono». En la próxima página sabrán por qué hago mención de este hecho.
