Como dije en la página anterior, mi llegada fue muy ruidosa para mí, con el griterío de las mujeres del conventillo y la recepción de mi primera mamadera, pues mi madre adoptiva, lógicamente, no podría amamantarme.
De esas vecinas me acuerdo de Eugenia, que era muy chusma y me parecía «mala», de Ofelia, de Irma, a quien en el futuro yo llamaría de «Irmichela», que en mi lenguaje de bebé quedaría como «Imichela».
También había un hombre, cuyo rostro recuerdo pero no así su nombre. Era el esposo de alguien ahí.
Y después viene a mi memoria el rostro y algunos recuerdos de mi padre, a quien llamaban de «Pascua», y sus hermanos, «Pascualito».
