Paula Mel

Paula era una chica misteriosa. O por lo menos así me lo parecía a mí.  Jugábamos, ella reía, pero siempre tenía un aspecto taciturno, tal vez por la pérdida de su mamá, que no sé en qué circunstancias falleció.

Conversábamos, jugábamos ajedrez… y nada más.

Como conté anteriormente, me «enamoré» de ella. Tipo como Don Quijote con su Dulcinea. O sea, era ficticio.

Muchos años después de que nos conocimos en la casa de mi tía Delia, la busqué (sabía que vivía en Flores), conseguí hablar con ella y quedamos en que iría a visitarla a su departamento.

Y fui. Fue una de las primeras y mayores decepciones de mi vida, porque, después de tantos años, ella me dijo «-La verdad es que pasó tanto tiempo que ya no te conozco. Sos un completo desconocido para mí».

Esas dos frases me dejaron sin palabras. Me sentí estúpido. Conversamos un rato… de nada…, me fui y nunca más la vi ni supe más de ella.