Es más: tengo una anécdota que recuerdo toda la vida:
Yo tendría unos 7 años, y el vecino de al lado de mi casa tenía un carro que un pobre caballo tiraba.
Pobre caballo no simplemente por tirar del carro, sino porque el dueño, un italiano llamado Mingo, le pegaba cruelmente con rebenque y hasta con palazos.
Entonces, un día no aguanté más y, a pesar del miedo, porque ese hombre también le pegaba a sus hijos (y no sé si a su esposa), busqué «El Libro de La Siembra» de mi papá, que era una publicación del entonces Ministerio de Agricultura y Ganadería y le leí la Oración del Caballo, mientras él quería continuar pegándole. En ese momento él paró. Me escuchó (imaginen la fuerza de mi intención, para que él parase para escucharme!)
Murmuró algunas cosas que no entendí y se fue para adentro de la casa, mientras el caballo me miraba como agradeciéndome.
Fue una experiencia muy fuerte y, como ven… inolvidable.
